Estudios recientes han demostrado que la configuración espacial de una vivienda puede influir en aspectos tan diversos como el nivel de concentración, el estado de ánimo o el estrés. Espacios con techos altos estimulan el pensamiento creativo, mientras que ambientes con techos bajos favorecen la concentración. La luz natural mejora la productividad y el bienestar emocional, y la distribución abierta puede fomentar la comunicación entre los habitantes del hogar.
Los colores también juegan un papel clave: tonalidades cálidas como el terracota o el beige evocan calma y familiaridad, mientras que los colores fríos, como el azul o el verde, promueven una sensación de frescura y amplitud. Elegir una paleta adecuada no es solo una cuestión estética, sino también una decisión que influye directamente en nuestro equilibrio emocional.